¿Por qué es más difícil hacer el bien que el mal?

        ¿Hacemos más el bien o el mal en la vida? Si el bien conceptualmente se opone al mal, ¿significa también que tienen el mismo valor moral? ¿Qué se gana con hacer el bien y, más aún, qué se pierde sin hacer el mal? Repase estas preguntas. Si usted alguna vez hizo ‘la acción buena del día’ se percatará que la naturaleza que le da al bien es la de la voluntad (¿Pudiese hacerse el bien sin voluntad?). La misma expresión “la buena acción del día” sugiere el fuerte valor moral que tiene una sola buena acción. Hacer el mal, por otro lado, no parece demandarnos voluntad en todos los casos. Uno puede hacer el mal sin querer, y es el mal. Pero, ¿acaso no debería ser lo mismo con el bien? Un acto debería ser nombrado como bueno no importa si lo hayamos querido así o no. Doy ejemplos:

Hemos perdido la billetera y no sabemos dónde está, sin embargo, la ha encontrado una señora que realmente necesitaba dinero. ¿Acaso no hemos hecho el bien a pesar de que no hayamos consentido en dárselos? Si el bien para usted es volitivo, dirá no. Para hacer el bien –diría- tendríamos que estar conscientes de nuestro deseo de hacer tal acto de bien. En consecuencia, ni los bebés ni los sonámbulos hacen jamás el bien. Pero, si no hicimos el bien, ¿qué fue lo que hicimos? ¿hicimos acaso mal?

“Una visión de nuestras acciones como tal suena a un mundo donde es frecuente hacer el mal”

 

                         Imagen de Maxime Therrien Arel en Pixabay 

 

Como decía, el mal parece un tanto no volitivo. Pudiésemos ‘hacer’ el mal (y he entre semi-comillado la palabra para aquellos astutos que ven la evidente contradicción de que la palabra “hacer”, por sí misma, evoca volición) sin querer hacerlo y seguir siendo un acto de mal. Doy un ejemplo:

Un hombre va pasando por la acera y, sin fijarse usted, le da un golpe que lo ciega y lo conduce a la calle. Tendrá un brazo roto del accidente. ¿Hizo usted el mal? Si usted no hizo el mal, ¿qué fue lo que hizo? ¿Hizo usted el bien? Tenga usted cuidado con mis preguntas. Las he dispuesto de tal manera que pudiese parecer que se trata de un dilema (falso o no), pero es sólo para obligarlo a que verdaderamente se pregunte. ¿Hizo usted algo, en primer lugar?

Si usted sostiene que tanto el mal como el bien son volitivos, entonces usted estaría de acuerdo en que no ha hecho nada malo, pero, ¿por qué nos sentiríamos conflictuados (y quizá muchos nos responsabilizarían) por el mal que sufre aquél hombre? Y, ¿por qué nos sentiríamos sin gozo moral al saber que hemos perdido la billetera, aunque aquella señora necesitada se la haya quedado?

Es observable que nos exigimos más para considerar un acto como bueno y poco para considerarlo como malo. Una visión de nuestras acciones como tal suena a un mundo donde es frecuente hacer el mal (o por lo menos sentir que hacemos el mal) y donde el bien es toda una rareza. Mas, ¿qué actos frecuentemente son considerados como malos? ¡Ah! He allí la pregunta exiliada. Quedaríamos ampliamente remunerados al cuestionarnos ésta.

 

Preguntas

¿Qué se asume al preguntarse “¿Por qué es más difícil hacer el bien que el mal?”? ¿Existen la acción buena sin voluntad de hacerla? ¿Qué implica hacer una acción buena? ¿Se puede hacer una acción buena y mala? ¿Es posible hacer acciones neutras? ¿El bien se encuentra en el acto de nuestra acción, o en la consecuencia que esta provoca?



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¿Por qué es más difícil hacer el bien que el mal? by Pablo Ignacio Hernández González is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional License.

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