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De la Señora Regateo y los Argumentos que Usó para Sentirse Moralmente Bien con ella Misma

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            Q uizás lo hemos hecho un par de veces porque es una práctica frecuente cuando se compra un producto. Seguramente no nos demos cuenta de lo que significa moralmente pedir una rebaja porque, o bien está en juego nuestra conveniencia económica, o bien es aceptado como el juego común de jalar-soltar en los negocios. Nuestros argumentos que sostienen esta práctica como moralmente correcta vienen de la asunción de que, si hay un acuerdo mutuo, la práctica es moralmente correcta. Aunque este no es el único argumento, es un buen inicio para nuestra exploración ética. Empecemos por diferenciar el descuento con el regateo. El primero sucede cuando un producto es vendido a un precio inferior al anunciado, bajo la decisión propia del vendedor. El segundo sucede cuando el comprador busca un precio inferior al ofertado por el vendedor. La diferencia más significativa se encuentra en el acuerdo que existe en el regateo, y la ausencia de éste en el descuento. Pero antes de profundizar

¿Qué es esa cosa llamada ética?

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             T odo acto humano es un acto de resistencia a su entorno, de resistencia a sí mismo al mismo tiempo, de inaceptación a sí mismo también. Al humano no le agrada ser él mismo porque entiende que se parece a los demás animales. Él desea y busca una distinción, por eso cada acto que hace es un acto que pretende ir en contra de lo natural, pero, ¿va en contra de su propia naturaleza cuando niega a la naturaleza ? ¿Existe algo llamado naturaleza humana? ¿Puede el humano afirmar una naturaleza propia sólo porque posee razón? Parece que la razón no le deja ser un ser natural. Parece que la razón lo único que hace es hacerlo consciente de su constitución. “Todo proviene desde la percepción de que el hombre es libre de sus actos y de este deseo de negar lo natural…”                                                                                      Picture by Darko Djurin Pero dejemos de hablar de la naturaleza humana, o mejor no, porque si queremos entender qué es la ética

Negarlo es cuestionarlo

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  H e aquí una breve historia: Escribo seguido en negaciones. Las escribo inclusive cuando no estoy de acuerdo en usarlas. Digo las negaciones con “no” y con “nada”, con “nadie”, con “sin”, con “jamás”, con “nunca” y con “siempre”. Pero, ¿a qué nos lleva tanta negación? ¿Se han percatado que la negación es reflexiva? Sí, hay algo verdaderamente mágico en una negación, y es que negar algo regularmente implica habernos cuestionado la afirmación de algo . “El cielo no es de caramelo” implica afirmarnos algo: que el cielo está hecho de gases y rayos. Pero la negación, por naturaleza, incita a tener un pensamiento dialéctico. La afirmación rara vez produce este fenómeno puesto que afirmar algo usualmente lleva una traza de convicción. No confundamos, claro, el uso de la negación con “negar” algo. Aquí, tanto negar como afirmar, son prácticamente indiferenciables. “Empecemos a negar nuestras creencias más profundas y encontraremos que es perturbador”                                    

¿Por qué es más difícil hacer el bien que el mal?

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        ¿H acemos más el bien o el mal en la vida? Si el bien conceptualmente se opone al mal, ¿significa también que tienen el mismo valor moral? ¿Qué se gana con hacer el bien y, más aún, qué se pierde sin hacer el mal? Repase estas preguntas. Si usted alguna vez hizo ‘la acción buena del día’ se percatará que la naturaleza que le da al bien es la de la voluntad (¿Pudiese hacerse el bien sin voluntad?). La misma expresión “la buena acción del día” sugiere el fuerte valor moral que tiene una sola buena acción. Hacer el mal, por otro lado, no parece demandarnos voluntad en todos los casos. Uno puede hacer el mal sin querer, y es el mal. Pero, ¿acaso no debería ser lo mismo con el bien? Un acto debería ser nombrado como bueno no importa si lo hayamos querido así o no. Doy ejemplos: Hemos perdido la billetera y no sabemos dónde está, sin embargo, la ha encontrado una señora que realmente necesitaba dinero. ¿Acaso no hemos hecho el bien a pesar de que no hayamos consentido en dárselos?

SI LA ÚLTIMA PERSONA EN EL MUNDO ROBARA UN AUTOVÓVIL

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        S i fueras la última persona en el mundo, ¿sería correcto que robaras algo? Si, por ejemplo, tomaras una billetera que no es tuya o un automóvil, ¿sería esto un robo? ¿Estarías verdaderamente robando? Si eres la única persona en el mundo, ¿pueden las cosas seguir perteneciendo a personas que ya no existen? Si robaras una billetera en estas condiciones, ¿le podemos llamar a esto hurto? ¿sería correcto haberla tomado? ¿Es el caso de que no hay nadie para reclamar un bien o es el caso de que las cosas intrínsecamente no pueden en ningún caso pertenecerle a alguien? Si fueras la única persona en el mundo, ¿pudieses pedir algo prestado o alguien te pudiese a ti pedir algo prestado?                                                                                               Imagen by Pixabay “Si descubrimos que el hombre no puede sino hacer el bien cuando se encuentra con otros seres, entonces el bien no es algo objetivo […]”.   ¿Cuál es la relación que tiene el ‘estar solo

Cosas por Hacer antes de Morir

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      E ste artículo es una breve explicación a los actos hechos en una situación de crisis. Empiezo por diferenciar los actos: Se pueden distinguir al menos dos tipos de actos de acuerdo al conflicto en la toma de decisiones. Primero, sostengo que todos los actos salen por una situación en crisis. Tiene que ser tal puesto que sólo la crisis nos hace decidir entre las opciones posibles . La crisis tensiona la situación en que se encuentra el individuo que seguidamente vuelve su decisión un dilema. De aquí se originan los dos tipos de acto, de un punto de conflicto que no hace sino obligarnos a decidir.   “Las decisiones tomadas en torno a este es un mero acto de ficción. Es un acto donde se finge actuar verdaderamente porque nada resulta de este acto.”                                                                                 Foto de Pixabay Sin embargo, no todas las crisis son iguales. Algunas son más ligeras que otras. Tomar la decisión entre si ir al cine o al museo se

Vivir aún Desde la Misma Banca nos Niega los Nuevos Horizontes

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      S i hay algo equiparable o semejante a la felicidad, eso es la diversión. Con la diversión podemos descubrir nuevas formas para entender lo que nos rodea. Evidentemente, no hablo de diversión como cuando se habla de pasar un tiempo agradable, sino que hablo de diversión como antónimo de aburrición. Pero, ¿qué es aburrición? No podemos concebir la aburrición como “no tener nada qué hacer” o “no ser/estar entretenido” porque nos obligaría a usar la palabra diversión bajo su definición habitual. Aburrición es desistir a incursionar nuevas formas, de tal modo que sólo la indiferencia y la resignación prevalecen . Por consiguiente, la diversión no puede ser sino el ánimo de buscar nuevas formas de entender aquello que nos rodea; esto es muy parecido a la felicidad. imagen de Free-Photos en Pixabay      Pero, ¿cómo se parecen la diversión a la felicidad? Analícese lo siguiente. Cuando se es feliz, ¿acaso no decimos que algo ha cambiado y por ello estamos feliz? O, en otras ocasiones,