¿Qué es esa cosa llamada ética?

 

 

         Todo acto humano es un acto de resistencia a su entorno, de resistencia a sí mismo al mismo tiempo, de inaceptación a sí mismo también. Al humano no le agrada ser él mismo porque entiende que se parece a los demás animales. Él desea y busca una distinción, por eso cada acto que hace es un acto que pretende ir en contra de lo natural, pero, ¿va en contra de su propia naturaleza cuando niega a la naturaleza? ¿Existe algo llamado naturaleza humana? ¿Puede el humano afirmar una naturaleza propia sólo porque posee razón? Parece que la razón no le deja ser un ser natural. Parece que la razón lo único que hace es hacerlo consciente de su constitución.

“Todo proviene desde la percepción de que el hombre es libre de sus actos y de este deseo de negar lo natural…”

                                                                                     Picture by Darko Djurin

Pero dejemos de hablar de la naturaleza humana, o mejor no, porque si queremos entender qué es la ética debemos de asomarnos a la naturaleza humano. Si esto es así, ¿cuál es el lugar que tiene la naturaleza humana al hablar de ética? Antes de investigar deberíamos desvelar qué es eso de naturaleza humana. Evidentemente, cuando hablamos de naturaleza humana no hablamos de naturaleza en sus términos generales, sino que hablamos de cómo el humano “funciona” naturalmente. Hay dos conflictos al partir de la naturaleza humana para entender lo que es la ética. La primera, que se necesita ser un verdadero argonauta para atreverse a aceptar cual sea que sea el resultado que esta exploración nos lleve; la segunda, que todavía desconocemos cuál es esa naturaleza humana que nosotros tenemos.

Cuando nosotros realizamos un acto, podemos decir que tuvimos la intención de hacerlo o que no tuvimos dicha intención. Si tomamos un baño antes de ir a trabajar, podemos decir que tuvimos la intención de bañarnos. Si caminando por la calle cae una lluvia tremenda e inesperada podemos decir que nos mojamos y que no teníamos la intención de mojarnos. Pero no hablemos de estas dos distinciones, porque son engañosas y son con las que la mayoría de las reflexiones éticas están hechas (la intención del agente). Mejor pongamos atención en la naturaleza humana y partamos de esta pregunta: ¿Hay algo en lo que verdaderamente estemos coaccionados a hacer? Pensemos. Si hemos logrado dar por lo menos tres ejemplos o alguna idea de que nada está coaccionado, estamos listos. Ahora, si estamos coaccionados, quizá digamos que sólo estamos coaccionados en aquellas cosas vitales como respirar, dormir, alimentarse, excretar… Pero todo esto es muy engañoso aún. Todo proviene desde la percepción de que el hombre es libre de sus actos y de este deseo de negar lo natural. Observemos otras cosas. Tal vez a alguno de nosotros nos han amonestado por un flato que hemos expulsado y nos han dicho que eso no está bien. Bajo esta perspectiva está mal rascarse los genitales, limpiarse los oídos con el meñique, limpiarse las uñas y el hurgamiento nasal. La razón por la cual lo anterior está mal visto es por el prejuicio que se ha creado en torno a los actos naturales de los seres humanos y, aún peor, porque se ha creído que dichos actos pueden ser controlados, pueden ser volitivos. ¿Pueden? Bajo esta perspectiva todo acto es un acto que no está coaccionado, inclusive el respirar. Podemos hacer el simple ejercicio de aguantar la respiración por 10 segundos y decir que, evidentemente, el respirar no es algo al que estemos coaccionados. Pero esto es falso porque quien dice esto ha caído en una falsa analogía. Cuando hablamos de que el humano está coaccionado a respirar, decimos que es algo que necesita hacerlo para permanecer con vida y estar saludable. Cuando hablamos de dejar de respirar 10 segundos, quizá para sumergirnos debajo del agua de la alberca, nos referimos a contener la respiración por un momento. Entonces, el respirar es una acción a la cual el humano está coaccionado, no porque pueda o no controlarla, sino porque atenta contra su propia existencia o la lastima o daña (y vean que esto que hemos descubierto es lo más importante). Pero, ¿dejar de eructar atenta contra nuestra existencia? ¿Dejamos de existir si evitásemos hurgarnos la nariz enfrente de todos? Lo más probable es que no, a menos de que se descubra una ley física que contradiga esto. Pero esto es llevar el ejemplo al absurdo, pues el acto de eructar es diferente al acto de respirar.

 

Ahora nos preguntamos esto: Si eructar y respirar son actos diferentes, que no se pueden equiparar, ¿por qué ambos tienen que tener el mismo valor de ser ‘actos a los que estamos coaccionados’? Esto se explica de la siguiente manera. Eructar es el acto involuntario al cual nosotros estamos coaccionados, mientras que respirar es un acto semi-voluntario al que estamos condicionados. Esto, a su vez, responde la pregunta de si dejar de eructar atenta contra nuestra existencia. Evidentemente, eructar no atenta contra nuestra existencia, pero sí la puede lastimar. Si el cuerpo humano tiene la necesidad de expulsar un gas, es porque necesita hacerlo y no porque sea un berrinche del cuerpo. En este sentido, decimos que el humano está coaccionado porque, de no hacerlo, lastima o daña al cuerpo.

     



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