Una Idea Mía que es Tuya

 

     El haber defendido a las ideas de autor como “únicas, creativas y originales” provocó pensar erradamente que se tenía un derecho a reclamarlas como propias. Probablemente los derechos de autor nacieron de ahí sin sabiendas, quizá, de que estos se convertirían en un gran obstáculo contra el progreso tecnológico, artístico, y humano. Es innegable, por supuesto, el esfuerzo de los autores. En la mayoría de los casos una idea involucra el agotamiento, la ansiedad y la dedicación del autor/a(res/ras). Esta observación, pues, intenta reflexionar sobre si se debe vindicar el esfuerzo del trabajo colectivo en las obras de autor,  o sea, entender el trabajo individual como un trabajo colectivo.

 

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       A vía de ejemplo analícese que, para escribir un soneto, se necesita hablar una lengua, lo cual evidentemente no es una invención ni propio, ni única, ni original. Tampoco es nuestra la sintaxis con la que expresamos el verso; ni es nuestra, tampoco, la imagen más nítida que en vano intentamos retorcer para alejarla de la representación real, esperando así acercarla a lo antropomórfico, a lo este-soy-yo-mórfico. Lo que podemos acertar hasta este momento es que el esfuerzo de un individuo primeramente es el de cargar con el esfuerzo de muchos otros individuos.

 

“[…] resulta tan errado como creer que en una carrera de atletismo dan la medalla a quienes llegan a la meta, cuando en realidad la dan sólo al que llega primero”

 

      Por otro lado, es difícil entender la colectividad de las creaciones (as ideas) si sólo se toma en cuenta la acción cuando ha sucedido la eureka. Aislar las dos acciones, la del descubrimiento  y la del proceso, es un gesto de egoísmo. Cuestiónese lo siguiente: ¿no hay acaso esfuerzos directos e indirectos que ayudaron a crear la obra del autor? ¿No son pruebas del esfuerzo colectivo el hecho de haber sido instruido por otro, o haber accedido a cualquier conocimiento que diese las bases para proyectar una obra? ¿Acaso el apoyo de un padre y una madre, el sacrificio de una amiga o la ayuda de un colega no cuentan? Si esta tesis es cierta, aceptarnos como autores únicos de una idea sería aceptar un triunfo del cual sólo hemos hecho la parte.

 

   Pero hasta ahora se sigue arguyendo que las ideas de autor son propias por ser originales, creativas y únicas. Esto es falso. No es necesario proponer ejemplos arduos para demostrar que más de uno puede llegar a la misma conclusión. El hecho de haber pensado de la misma manera en que alguien pensó algo es prueba de ello. Sostener que por el hecho de haber descubierto primero una cosa antes que otro te vuelve el creador de tal cosa, resulta tan errado como creer que en una carrera de atletismo dan la medalla a quienes llegan a la meta, cuando en realidad la dan sólo al que llega primero. Dicho de otro modo, el autor es quien lo descubre primero, no quien es el único que puede descubrirlo (o inventarlo). Todos podemos llegar a escribir estas palabras, aunque probablemente con ligera diferencia. Es en aquella diferencia donde justamente descubren cosas nuevas los autores, siempre acompañados de fantasmas.


Preguntas:

¿En qué tipo de ideas piensas? ¿Cuáles son las más frecuentas? ¿Son todas las ideas las mismas? ¿Hay alguna idea que sólo la puedes pensar tú? 

¿En qué medida puede una idea referirse a algo real? ¿Qué tan alejado podemos estar de la realidad? ¿Es posible un alejamiento total de todo lo que conocemos?





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